Claustro Gótico

El claustro constituye, al igual que la Sala Capitular, un espacio imprescindible en el recinto monacal. El origen etimológico hay que buscarlo en el latín “claudere”, que significar “cerrar”. Por tanto, se trata de un espacio cuadrangular, cerrado y generalmente cubierto por una galería porticada que da al patio central. Está concebido como espacio para la oración, el descanso y la meditación.

Poco sabemos del primitivo claustro románico del Monasterio de San Salvador, ya que, durante el siglo XV y por iniciativa del abad Fray Andrés Gutiérrez, este fue remodelado por Simón de Colonia para ser sustituido por un de traza flamígera más ligera y transparente cubierta por bóvedas de crucería, más acorde con las tendencias constructivas del momento.

La riqueza del claustro del monasterio radica en su excelente conservación y en la profusa decoración, algo inusual. En la panda norte, destacan seis sepulcros, y un séptimo, más destacado por su realización en alabastro por el genial Felipe Vigarny, perteneciente a don Pedro González manso, natural de Oña y prelado que fue de Guadix, Tui, Osma y Badajoz, además de presidir la Real Chancillería de Valladolid.

En el claustro es posible admirar la imagen de Santa María de Oña, a quien el rey sabio Alfonso X de Castilla compuso una de sus conocidas cantigas, recordando la visita al Monasterio durante su niñez.